Tras el fallecimiento del papa Francisco, el mundo católico ingresa en una etapa de transición cargada de simbolismo, debate y tensión interna. Con su muerte se cierra un papado de trece años marcado por una fuerte impronta latinoamericana, una renovada apertura global y un esfuerzo decidido por mantener el diálogo interreligioso.
Del fin de una era al inicio de otra: cómo será la sucesión del papa Francisco según su biógrafo argentino
El periodista y biógrafo del Papa Francisco, Luis Rosales, reflexionó sobre el legado del pontífice y analizó el complejo escenario que se abre ante su sucesión. La relación con China, el diálogo interreligioso y el desafío de un nuevo liderazgo global.

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Papa Francisco
En el programa "Mañana UNO" por UNO 106.3 FM, el periodista y biógrafo Luis Rosales —autor de varios trabajos sobre Jorge Mario Bergoglio— reflexionó sobre el legado de Francisco, su impacto geopolítico y el complejo proceso que se abre con la elección de su sucesor.
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Reflexión de la partida del papa Francisco
—En un momento en el que todavía impacta la noticia del fallecimiento del Papa Francisco, vos que lo conociste de cerca y escribiste sobre su vida, ¿qué reflexión te deja su partida?
—Creo que Francisco muere en paz, tranquilo, porque cumplió con su legado. Más allá de todo lo que implica ser Papa y su cercanía a la fe, en cuanto a lo que se propuso como heredero de Pedro, él hizo lo que vino a hacer. Su gran objetivo fue evangelizar los confines de la cristiandad, algo muy propio del espíritu jesuita.
—¿Y ese objetivo se vincula con su histórico acercamiento a China?
—Exactamente. Durante 500 años los jesuitas han tenido como gran asignatura pendiente entrar realmente a China. Francisco logró dar un paso enorme en ese sentido: en 2018 firmó un acuerdo con el Partido Comunista Chino para consensuar el nombramiento de obispos. Puede parecer paradójico, pero fue un hecho clave que posicionó a la Iglesia Católica como prácticamente la única religión reconocida oficialmente en China. Ahí está su legado más profundo.
—¿Cómo pensás que va a ser la transición hacia su sucesor?
—Ahora se abre el cónclave, lo que yo llamo el “doctorado en negociación política” de la Iglesia. Francisco nombró muchos cardenales afines, así que es probable que su sucesor tenga un perfil similar. Lo más interesante es ver desde qué lugar del mundo será. Europa representa el pasado de la Iglesia; América Latina y África, el presente; Estados Unidos, el poder económico; y Asia, el futuro. Todo dependerá de hacia dónde quiera mirar el Colegio Cardenalicio.
—¿Es posible que se vuelva a un Papa europeo?
—Sí, claro. Después de Juan Pablo II (polaco), Benedicto XVI (alemán) y Francisco (argentino), podría darse un retorno a la tradición italiana. Hay nombres italianos cercanos a Francisco que suenan fuerte. Pero también hay opciones en África o Asia que responden al deseo de globalizar aún más la Iglesia.
—¿Qué legado deja Francisco, más allá de su vínculo con China?
—Su impronta fue profundamente porteña en el buen sentido. Creció en una ciudad donde el diálogo interreligioso es posible, donde conviven judíos, cristianos y musulmanes casi como vecinos. Él quiso llevar esa experiencia de paz y diálogo a lugares más complejos como Jerusalén o Medio Oriente. Fue un impulsor del diálogo entre las tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam.
—¿Y en cuanto al ecumenismo dentro del cristianismo?
—También ahí dejó una huella. Reforzó los vínculos con los ortodoxos rusos, los anglicanos y los protestantes del norte europeo. Trató de cerrar brechas históricas que separaron durante siglos a la familia cristiana. Fue un Papa que buscó puentes, no trincheras.