Victoria Rodríguez
Acoso escolar: “El bullying no es anónimo, el poder se consigue mostrándolo”
Diario UNO de Santa Fe
Esta semana la Municipalidad firmó un convenio con el Equipo Bullying Cero Argentina para diseñar políticas públicas orientadas a la capacitación de los docentes en la prevención y detección de los casos de hostigamiento escolar. Diario UNO dialogó con la directora del equipo, Flavia Sinigagliesi, quien hizo hincapié en que la única manera para resolver el tema es formando a los chicos para que no entren en la dinámica de la agresión.
También se refirió a la exposición del tema en los medios y a la responsabilidad de los adultos de estar actualizados en el manejo de las tecnologías para acompañar a los chicos en esos espacios.
—¿Por qué es importante firmar ese tipo de acuerdos con los municipios?
—Es la primera vez que desde un organismo oficial nos convocan para trabajar el tema. En general nos llaman instituciones privadas o nosotros generamos charlas en diferentes espacios. Pero es la primera vez que un organismo oficial se compromete a organizar un programa anti bullying para las escuelas. Eso es importante porque es la manera para que funcione, sino, por más que organice algo, si no tenés al Estado que te esté avalando no podés hacer nada.
—¿De qué manera se puede trabajar desde los Estados para abordar la problemática del bullying?
—Armando una capacitación para los docentes, por ejemplo. La única manera de prevenir el bullying es que los adultos estén capacitados en la observación y la intervención. Y la intervención debe ser institucional, nunca uno a uno. Y eso va a ocurrir siempre y cuando alguien lo avale y forme a los recursos humanos.
—¿De qué manera se logra la intervención de los docentes?
—Nosotros proponemos trabajar desde el jardín de infantes porque uno tiene que hacer prevención, más que intervención. Con la prevención vos vas a trabajar en valores y vas a cambiar la cultura del colegio. Después, cuando ya hay un caso de bullying, la intervención debe ser concreta sobre ese caso y esa aula. Hay que ser muy sutil en la manera en que vas a abordarlo. Porque si a un chico se lo expone y la maestra dice: “Miren lo que le están haciendo a tal chico”, el resultado va a ser peor.
—Entonces, ¿cómo se debe actuar frente a un caso concreto?
—Siempre hay que trabajar con el grupo. No hay que trabajar con un chico en particular. Si uno ve que en un grupo hay bullying hay que trabajar con todo el grupo, cambiando el sistema. Porque el bullying es un sistema donde todos cumplen un rol. Si vos modificás el rol sólo de uno, el sistema se vuelve a formar. Entonces tenés que intervenir tanto con el hostigador como con el hostigado, los testigos y los docentes. La intervención es global. Porque muchas veces se sanciona al que hostiga pero con eso sólo no se va a lograr nada.
Chismes, sexualidad e insultos
Desde el equipo de Bullying Cero Argentina han intentado realizar un relevamiento en varias escuelas para poder identificar diferentes aspectos de la problemática. Sin embargo, la mayoría de las instituciones educativas invitadas no estuvo interesada en participar.
“Lamentablemente no hay estadísticas en la Argentina. Nosotros estamos haciendo un estudio y los resultados no son los que esperábamos porque necesitábamos como mínimo 40 escuelas y sólo nueve nos abrieron las puertas. Los colegios lo viven con mucho miedo y no quieren abrir las puertas por miedo a que alguien se entere que ahí pasa esto”, explicó la especialista y agregó: “La realidad es que si esto no se habla no se va a resolver. Hay que hablar del tema y enterarse qué está pasando”.
—Y, en esas escuelas, ¿qué pudieron detectar sobre las formas de agresión?
—Detectamos que realmente el hostigamiento existe, que es muy frecuente. Pero la realidad es que son pocas escuelas para sacar una conclusión.
—Diario UNO ha consultado, en varias oportunidades, al Observatorio de Violencia Escolar de la Universidad Católica de la Argentina. Los referentes del mismo señalaron que las violencias que más encuentran son aquellas denominadas “invisibles”, como romper los útiles, esconder elementos personales o poner sobrenombres, ¿ustedes coinciden con esa apreciación?
—Sí. Entre las mujeres lo más habitual es el chisme, el desprestigio del otro. En general entre las adolescentes se lo suele relacionar con la sexualidad, con la promiscuidad. Y entre los varones hablan del que aún no se inició sexualmente. Después también es habitual el aislamiento social, el ignorarlo, robarle las cosas. Pero, dentro de nuestras estadísticas, lo más frecuente es el insulto. Igualmente se diferencia entre varones y mujeres. Entre las chicas es más difícil de detectar porque se realiza por atrás. Mientras que los chicos van directamente a la pelea, entonces el docente lo puede ver y hasta pueden quedar pruebas. En cambio, si no te invito a una fiesta, nadie se entera.
—Teniendo en cuenta el rol central de los docentes para detectar este tema y abordarlo, ¿es más difícil lograr un seguimiento en el nivel medio, donde los profesores dan su materia y luego se retiran?
—El docente se involucra menos en la escuela secundaria porque va de una escuela a otra. Pero hay muchos colegios que tienen la figura del tutor o del preceptor que está a cargo del curso. Siempre tiene que haber una persona responsable de ese grupo. Pero también hay que trabajar con el encargado del micro, del kiosco y el profesor de educación física entre otros espacios que son claves para detectar esto. Tiene que haber alguien en el recreo mirando a los chicos. Los profesores no se deben quedar en un costado tomando un café mientras los chicos están solos en el patio. La mirada del adulto tiene que estar siempre presente.
Mostrarse y dominar
Diferentes estudios marcan el incremento del hostigamiento a través de las nuevas tecnologías. El masivo acceso de niños y adolescentes a celulares y computadoras da lugar a un nuevo espacio en el que se pueden reproducir conductas de agresión entre pares.
Consultada sobre el rol de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) en este tema, Sinigagliesi dijo: “Amplían la situación. Es una herramienta más y más rápida. Antes uno contaba un chisme a otro, y ése a otro y ése a otro. Ahora el chisme se publica y lo saben todos al mismo momento en un colegio. Ahora el bullying no es dentro de una misma aula, también intervienen chicos de otros lados. Entonces la tecnología amplifica eso, hace que el fenómeno sea más intenso y prolongado. Porque en las vacaciones los chicos no tienen descanso, los siguen hostigando”.
—¿Eso se acentúa por el anonimato que dan las nuevas tecnologías?
—El bullying no es anónimo. Cuando una maestra conoce a los chicos y empieza a hablar en el aula, todos saben quién es el hostigador. El bullying no es anónimo, es para conseguir el poder a través de demostrárselo al grupo. Cuando una persona hostiga a otra y no hay un grupo que apoya o que se entera de eso podemos hablar de violencia pero no de bullying. Para que haya bullying tiene que haber espectadores.
“El que hostiga no es anónimo –continuó. Va a hacer una filmación, la va a subir a YouTube y todo el mundo va a saber quién fue. Por eso decimos que los medios, cuando empiezan a pasar los videos en la televisión profundizan el problema porque esos chicos, los hostigadores, están muy contentos de que lo muestren en la tele. ¿Qué más quieren? Tenemos más espectadores todavía”.
En ese sentido marcó que desaparece, cada vez más, la brecha entre el uso de las tecnologías que hacen los chicos y los adultos. “Hoy en día no hay ningún padre que no tenga Facebook. El adulto ya sabe cómo intervenir con la tecnología y sino lo tendría que saber. Es decir, un docente no puede estar a cargo de un aula y no saber la manera en la que se están comunicando los chicos. El docente tiene que estar actualizado para saber lo mismo que el chico”.
Detrás, la sociedad
—El acoso escolar se ve, cada vez, desde más temprana edad, ¿a qué atribuyen que exista ese tipo de agresiones entre niños y adolescentes?
—Es una búsqueda de poder. El hostigamiento surge porque hay una persona que quiere tener el poder del grupo a través del menosprecio de uno. Y eso es porque no sabe tener otro modelo de éxito más que ése. Entonces lo que uno tiene que cambiar es el modelo de éxito. Es parte de la violencia que estamos viviendo.
—¿Para eso es necesario trabajar también con la familia?
—Sí, con toda la sociedad. Por eso está bueno que lo hagan desde arriba hacia abajo. Porque si trabajás con el Estado estás trabajando con toda la sociedad.
—Frente a esta problemática hay dos miradas. Por un lado, quienes insisten con que la escuela es una caja de resonancia social; y, por el otro, quienes marcan que si esto está pasando en la escuela hay que mirar qué sucede en la escuela, ¿con qué coinciden ustedes después de sus relevamientos e investigaciones?
—La escuela es una caja de resonancia de lo que pasa a nivel social pero yo no puedo cambiar la sociedad. Sería muy difícil. Yo tengo que darle seguridad a los chicos en la escuela. Porque si pretendemos cambiar la sociedad no vamos a hacer nada. Esto tiene que bajar al aula. Si un docente dice “Yo no puedo hacer nada” está fallando como docente. Siempre se puede hacer algo cuando sos un adulto y estás a cargo de un grupo.
—¿Y eso también se aplica a los padres cuando identifican un problema de ese tipo? ¿Deben acercarse a la escuela para buscar una solución en conjunto?
—En general la única manera en la que se va a solucionar es yendo a la escuela. Nosotros siempre recomendamos a los padres que no hablen entre ellos, que no le den consejos a los chicos, que siempre se remitan a la escuela porque es la única que va a poder solucionar el problema.