El arzobispo de Santa Fe, Sergio Fenoy, reflexionó sobre las características que debería tener el sucesor de Francisco al frente del catolicismo. El titular de la Iglesia santafesina destacó el legado espiritual del pontífice argentino y lamentó que Francisco haya sido interpretado con dureza por buena parte de los argentinos, incluso dentro del propio ámbito católico.
Desde Santa Fe al Vaticano: las virtudes que deberían guiar al próximo Papa
El arzobispo de Santa Fe, Sergio Fenoy, destacó las cualidades que debería tener el sucesor de Francisco, alejándose de las estrategias políticas y diplomáticas. Para Fenoy, el próximo Papa debe ser un hombre de profunda fe, cercano a la gente y joven.

El arzobispo de Santa Fe, Sergio Fenoy, destacó las cualidades que debería tener el sucesor de Francisco,
Consultado sobre el perfil del próximo pontífice, Fenoy evitó referirse a nombres: “Nombres ni se les ocurra preguntarme porque no tengo la menor idea. Ese trabajo es para los cardenales”, dijo este lunes en conferencia de prensa. Sin embargo, marcó con claridad el camino que, a su entender, debería seguir quien suceda a Jorge Mario Bergoglio.
“Primero debe ser un hombre de fe, que se centra en Jesucristo, porque el Papa quiso eso: que la Iglesia deje de estar centrada en sí misma, que se descentre, y que se centre en la persona de Jesús, en el Evangelio del anuncio de Jesús”, explicó. Y reforzó su idea con una advertencia: “No un estratega político, no un diplomático; no, no. Un hombre fuerte, de fe, un hombre evangélico”.
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Fenoy también subrayó otra virtud clave: la cercanía con la gente. Recordó que esta fue una marca compartida por los últimos papas, desde Juan Pablo II hasta Benedicto XVI, a quien definió como una figura delicada y atenta en el trato personal.
Sobre Francisco, valoró especialmente su gesto afectivo con las multitudes: “Lo último que hizo fue cercanía. Ayer, por el domingo, cuando pasó con el papamóvil… uno veía el dolor de no poder extender una mano, una sonrisa. Yo creo que eso ha sido un dolor muy grande para él, no poder expresar más los sentimientos”.
En ese sentido, planteó que la exigencia del rol requiere también fortaleza física, y expresó un deseo: “Que sea una persona relativamente joven. Joven dentro de lo que es la elección de un Papa. Yo me acuerdo de Juan Pablo II, que tenía 57, 58 años. Eso hace que pueda desarrollar una actividad que cada vez es más exigente”.
Respecto al futuro del pontificado, Fenoy destacó que, más allá del elegido, la conducción de la Iglesia queda en manos de Dios: “Independientemente de quien venga, Dios sabe manejar los hilos de la historia. Será el pastor de la Iglesia y nosotros somos instrumentos”.
El Papa y Argentina: una herida abierta
Fenoy también se refirió a la ausencia de Francisco en la Argentina durante su papado. Aunque reconoció que “el Papa no pudo venir, es cierto”, aseguró que “tuvo la intención, nadie puede negar que llevaba nuestro país con sus dolores, sus dificultades, sus grandes desafíos en el corazón”.
En su análisis, el arzobispo consideró que Francisco priorizó países que requerían más su presencia: “No dejarse llevar por el afecto a veces trae como consecuencia esto, que uno parece que no los quiere. Dios quiera que no sea ese el recuerdo. El Papa nos ha querido y mucho”.
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También explicó que las decisiones sobre los viajes no están exclusivamente en manos del pontífice: “Ya no maneja él su vida, o su agenda. Hay toda una cantidad de asesores que están viendo un poco la situación de cada país, si conviene o no; sin duda que pudo haber sido un consejo en algún momento”.
Fenoy reconoció con dureza la actitud del país frente al Papa: “Sí, tenemos una deuda con él, creo, como país, todos. Porque hemos sido implacables a veces en los juicios, muy duros, no comprendimos algunos gestos. La primera palabra fue de prejuicio y de crítica, comenzando con nosotros, los propios católicos; obispos, sacerdotes, a veces fieles”.
Y concluyó con un llamado a la autocrítica colectiva: “En nuestro país creo que muchos, quizás desde la perspectiva política o de algún gesto que no se entendió. O por no comprender su mensaje, o por no haberlo leído, o por no ser creyente, yo también entiendo. Es una figura pública el Papa, pero sobre todo de fe. Bueno, le hemos dado sin asco. Hay que decir la verdad, y él se lo ha aguantado, pero como un caballero. Podríamos haber sido más indulgentes y haber entendido mejor su mensaje.”