Llegado el 10 de enero de cada año muchas familias de San Justo viven íntimamente un momento de tristeza y de recuerdo grabado a fuego, en memoria de lo que el tornado dejó a su paso. El tendal de víctimas fatales no se dimensiona ni aún hoy, lo que se palpa de primera mano al visitar a familias que la tragedia les tocó de cerca.
Dolor irreparable: el relato de quienes perdieron a su hija y su padre en el tornado
Este medio visitó "el portón del norte" para conocer en primera persona las sensaciones que manifiestan quienes presenciaron el desastre, aunque en algunos la herida es más profunda que en otros. En su vivienda, Esther Grosso de Chazarreta recibió a UNO para mantener una charla en la que se manifestaron a flor de piel las emociones que se acentúan cada 10 de enero.
En aquel lejano 1973 , Esther estaba casada y tenía dos hijas, una de tres años y otra más pequeña de seis meses. Vivía al lado oeste del pueblo junto a sus hijas, su marido y su suegra lugar en donde el tornado arrasó todo a su paso tras chocar contra unos silos apostados a la vera de la Ruta Nacional 11 y redirigirse hacia dicho sentido.
"Al mediodía se comió como todas las veces", comienza en su relato sobre lo que recuerda de aquel fatídico 10 de enero de 1973. En ese momento se ignoraba completamente la posibilidad de que minutos después la vida les cambiaría para siempre.
"Salí al patio. Por ahí miro al cielo y era horrible, de todos colores. Yo le dije a mi marido "mirá como se caen las plantas" y en ese momento empezaron a explotar todas las ventanas, ellos (por la familia) se alcanzaron a levantar. Nos revoleó para todos lados, incluso a los autos. Yo quedé en la cocina boca abajo y no vi mas nada", relató sobre el momento en el que el tornado los alcanzó.
En lo que tanto Esther como otros vecinos coinciden es en mencionar que se trató "de un instante". Nunca se lo vieron venir y cuando se dieron cuenta lo tenían encima con toda su potencia devastadora. "Pasó por el Salado y por el campo donde mató a las vacas haciéndolas volar. Las chapas que volaban parecían papeles", agregó.
El tornado dejó tierra arrasada. Esther se despertó y volvió a estar consciente sumida en un caos de escombros y heridos por todas partes, sin entender lo que sucedía como el resto de vecinos.
En ese momento, relata: "Yo fui al hospital porque estaba toda lastimada, nos ponían inyecciones a cada rato que nunca supimos cual era el medicamento que nos ponían. Al lado mío estaba lleno de gente muerta, sangre por todos lados. Yo preguntaba por la Moni, pero ya me había dado cuenta enseguida que se me había ido. A la otra chiquita tampoco la encontrábamos hasta que supimos que la habían llevado al sanatorio, tenía una herida".
Monica, su hija de tres años, había fallecido culpa de las heridas que le produjo el tornado. En aquel entonces todos los heridos fueron trasladados al hospital sanjustino, en donde cuentan que a todos les daban unas inyecciones que hasta el día de hoy no saben de que se trataba el medicamento. Otros tantos fueron derivados a los hospitales Cullen e Iturraspe de Santa Fe, aunque no todos lograron regresar a San Justo con vida.
"El auto no lo encontramos, no dejó nada. Para nosotros fue interminable pero dicen que no fue mucho. Después quedamos atascados una hora y media, la gente del centro no sabía que había pasado esto", relata acongojada Esther. Hasta el día de hoy conserva en un lugar de privilegio un retrato de su hija Mónica, fallecida aquel 10 de enero de 1973.
El otro caso emblemático en donde la pérdida de un ser querido tocó la piel de los sanjustinos se dio con la muerte del marido de Ana Maidana de Torres. Ana recibió a UNO en su casa, en donde recordó como cada 10 de enero la figura de su padre, el cual falleció trágicamente en el acto a causa de los destrozos del tornado.
"Fue inolvidable. Cada vez que escuchamos un trueno nos asustamos todos, lo mismo los vecinos que quedaron y vivieron el tornado, quedamos solo tres en la cuadra. Ahora lo podemos controlar un poco mejor porque tuvimos algo de atención psicológica pero llega esta fecha y yo no la quiero", concluyó con tristeza.
Ana logró salvar a sus familiares y ella misma pudo salvar su vida a su vez que, al igual que Esther, se dirigió hacia el hospital donde yacían varios fallecidos y heridos a causa del tornado. Horas después se enteró de que su marido había fallecido.
Ana conserva en su poder dos libros que se hicieron en homenaje a las víctimas del tornado. En uno de ellos, titulado "Palabras que el viento no se llevó" ella misma presta su testimonio para darle forma a un capítulo en el que relata su vivencia en un apartado titulado "Siete minutos".